Por Liliana Romano, periodista
Para Revista Mandato
Cada 1 de diciembre, el mundo hace una pausa para mirar de frente una verdad que persiste en silencio: el VIH no es una página pasada, y el SIDA aún reclama justicia, inversión y decisión política. Bajo el lema “Cero muertes por SIDA en 2030”, la campaña del Día Mundial del Sida 2025 vuelve a recordarnos que este objetivo no es una utopía técnica, sino una responsabilidad moral.
En América Latina, y particularmente en Argentina y Chile, ejes geográficos de RevistaMandato, los avances científicos conviven con desigualdades que siguen costando vidas. Hoy es posible vivir plenamente con VIH gracias a tratamientos eficaces y gratuitos; sin embargo, la enfermedad avanzada por VIH continúa apareciendo allí donde fallan la prevención, la concientización, la detección temprana, la continuidad de cuidados y la contención social. Detrás de cada caso hay una historia marcada por barreras constituidas por la distancia con el sistema de salud, el miedo al estigma, la falta de información, o simplemente la imposibilidad de sostener el tratamiento en contextos de crisis económica.
Cero muertes por SIDA en 2030
Lograr esta meta exige mucho más que un lema internacional. Supone que los gobiernos garanticen medicamentos sin interrupciones, diagnósticos accesibles y campañas sostenidas. Que los profesionales de la salud cuenten con recursos, formación y condiciones dignas de trabajo para acompañar a las personas viviendo con VIH con respeto y continuidad. Y que la sociedad, en su conjunto, abandone prejuicios, rompa silencios y abrace una mirada basada en derechos humanos.
Desigualdad sanitaria
Este objetivo global no será posible si la región sigue naturalizando la desigualdad sanitaria. En hospitales que funcionan al límite, en comunidades del norte argentino o del altiplano chileno donde el diagnóstico llega tarde o no llega, la meta 2030 se vuelve un recordatorio urgente de lo que aún falta hacer.
Pacto colectivo
En Mandato, creemos que la salud pública es un pacto colectivo, y que ninguna persona debe morir por una causa que hoy es prevenible y tratable. Alcanzar la eliminación del SIDA no depende de milagros, sino de políticas valientes, financiamiento estable y una ciudadanía informada que exija que la vida, toda vida, sea prioridad.
2030 está cerca. Que no nos encuentre justificando lo que podríamos haber evitado. Que nos encuentre, en cambio, celebrando que cero muertes por SIDA dejó de ser un sueño para convertirse en un logro compartido.
