En un país donde la cultura suele medirse en cifras de taquilla y puntos de rating, la voz de David Hevia, ex presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), resuena como un llamado urgente a repensar el rumbo. Hevia, no solo diagnostica una profunda deuda del Estado con los trabajadores de la cultura, sino que también advierte sobre el vaciamiento simbólico que afecta a la lectura, la producción editorial y la valoración del escritor en Chile.
Desde la necesidad de un canal estatal de cultura en televisión abierta, hasta la inclusión de escritores en las políticas públicas de compra de libros y planes lectores, el escritor plantea un panorama crítico pero necesario. Hevia recuerda el papel histórico de las letras en la construcción de ciudadanía, desde la Sociedad Literaria de 1842 hasta el movimiento Chile Crea que enfrentó la dictadura, y convoca a recuperar esa función articuladora para los tiempos de crisis actuales.
Esta entrevista recoge sus reflexiones sobre el estado de la literatura, el desafío de sostener la memoria cultural en un país que cambia vertiginosamente y la urgencia de construir un verdadero proyecto nacional que dignifique el trabajo de quienes crean y piensan.
¿Cuál es su opinión sobre las políticas culturales en Chile? ¿Qué falta y qué urge transformar?
La deuda del Estado con los trabajadores de la cultura es enorme. Las recomendaciones de la UNESCO apuntan a garantizar para el sector un mínimo de 2% del presupuesto nacional, pero Chile recién ha alcanzado la cuarta parte de ese modesto piso. Y el problema no es solo de montos, sino también de enfoques. La estadística cultural se mide en este país en términos de consumo, como si la cultura fuese cortar boletos de espectáculos o evaluar el rating, lo cual no es más que una estrategia adicional de privatización de la vida cultural. Urge crear en televisión abierta un canal estatal de la cultura, que contrarreste la estupidizante agenda mediática de Chile. El resultado de esas políticas culturales en el sector del libro es patético. La mayoría no lee y entre quienes lo hacen el 84% no comprende bien el texto al que accede. Igualmente, el número de títulos publicados en 2024 es de apenas 9.013, lo que representa una baja de 3,06%, la mayor caída desde 2019 en materia de edición del libros, y la caída en el área de Literatura Chilena impacta a sus tres géneros: Poesía, en 9,92%; Narrativa, en 7,49%; Ensayo, en 31,61%.
¿Cree que la figura del escritor está suficientemente valorizada por el Estado?
La figura del escritor está a tal punto infravalorada que, como señalábamos antes, no fue sino con un enorme esfuerzo que logramos ahora restituir la anualidad del Premio Nacional después de más de medio siglo. Y allí subsiste una ausencia increíble: en la actualidad la SECH no es miembro del jurado que otorga dicho galardón. Ello es todo un contrasentido histórico, puesto que la SECH es precisamente la entidad que propuso la creación de la presea, que tuvo su primera versión en 1942. En ese espíritu es que, primero, la SECH tuvo uno de los tres integrantes que dirimen y, más tarde, dos, cuando el número pasó de tres a cinco. Es una lucha esencial que debemos dar. Pero hay otros elementos que dan cuenta de la misma situación. Hoy, por ejemplo, los escritores no tienen representantes en la comisión que define las compras públicas de libros, ni son interlocutores del Ministerio de Educación en el marco de la definición oficial de planes lectores.
¿Qué papel debe cumplir la literatura en tiempos de crisis política y social?
En el entendido de que la literatura debe cumplir siempre un papel central, en tiempos de crisis política y social, como los que corren, las letras adquieren una dimensión especialmente estratégica, toda vez que ellas contribuyen a desarrollar la necesaria crítica y aportar a la ciudadanía herramientas para el análisis y la elaboración programática con miras a la transformación. Y esto que es válido para pensar la Revolución Francesa lo es también a la hora de reflexionar sobre el liderazgo asumido en Chile por los escritores en momentos tan complejos como los vividos cuando irrumpe la Sociedad Literaria de 1842, o cuando se produce la fundación de la SECH en 1931, o cuando una serie concatenada de movimientos dan lugar a un espacio como Chile Crea para decir No a Pinochet. Es el calibre de esa dimensión articuladora la que debemos volver a pensar hoy.
¿Cómo ve el panorama editorial chileno para autores independientes y emergentes?
Ya es complejo en los sentidos que mencionábamos: no se lee, no se entiende lo que se lee y no se publica, salvo excepcionalmente y en tirajes simbólicos. Pero también es hora de visibilizar fenómenos que tienden a arrinconar aún más el escaso margen de maniobra de la tarea de divulgación. Por una parte, cabe preguntarse qué editoriales realmente editan y cuáles son meras gestoras de imprenta que, sin examinar la obra y sin siquiera corregirla, simplemente reproducen lo que un particular está pagando. Por otra, de un tiempo a esta parte es posible observar el ritual en virtud del cual, muchas veces bajo el expediente de un así llamado “taller”, se convoca a la realización de supuestas “antologías”, sin el menor criterio de selección, lo que puede satisfacer al que percibe un monto por tal iniciativa, o contentar a los autores compendiados, pero no aportar a la literatura.
¿Cómo describiría la situación actual de la SECH, tanto en lo institucional como en lo cultural?
Después de los horrorosos años de dictadura y luego de las decepcionantes políticas públicas aplicadas al ámbito cultural durante la oscura transición a una democracia tutelada, en los últimos tres años la SECH ha retomado un camino esencial para dar vigor y estatura a su quehacer y a su vínculo con las fuerzas vivas de la sociedad. Es así que en ese período se ha creado la Escuela Nacional de Escritores, gratuita y abierta a toda la ciudadanía; se ha descentralizado el trabajo gremial, abierto cuatro nuevas filiales y ampliado la participación de las regiones en el Directorio Nacional; se ha multiplicado la apertura y la presencia de la SECH en ferias del libro en espacios comunales y regionales, y se ha recuperado el trabajo legislativo y se ha conseguido aprobar la ley que restablece, después de 52 años, la anualidad del Premio Nacional de Literatura. Estos y otros logros muestran una SECH que ha fortalecido la democracia interna y la participación, enriqueciendo su acervo y retomando su histórico camino de liderazgo en la escena cultural nacional.
¿Qué desafíos enfrenta hoy el gremio de escritores chilenos?
No me cabe duda de que lo recién señalado seguirá siendo también el camino bajo la actual conducción, que encabeza Isabel Gómez. Será importante consolidar la cooperación con universidades y otras entidades en el horizonte educacional y cultural, así como conseguir fondos que hagan posible catalogar el material disponible en la biblioteca de la SECH y que ella vuelva un día a atender al público lector. En el plano legislativo, la SECH está impulsando con fuerza iniciativas que permitan incrementar cuantitativa y cualitativamente la comprensión lectora y el acceso al libro como un derecho ciudadano, y, asimismo, está promoviendo decididamente la ruta hacia una futura promulgación del Estatuto del Trabajador Cultural, que permita dignificar la labor del sector, generar contratos, seguridad social y terminar de una vez con prácticas como el empleo público de artistas en calidad de temporeros.
David Hevia y la Memoria que la Literatura no puede Callar”
La Sociedad de Escritores de Chile (SECH), ha dado un paso histórico en la recuperación de la memoria y la defensa de los derechos humanos al reconocer públicamente su error de haber participado, en 2009, en la entrega de la Medalla Oreste Plath al exalcalde de Providencia y exagente de la DINA, Cristián Labbé. Este mea culpa llega 16 años después y marca un hito en el compromiso ético de la institución con las víctimas de la dictadura. En esta entrevista para Revista Mandato, David Hevia, expresidente de la SECH y referente del mundo literario, analiza las implicancias de este reconocimiento tardío, de que el gremio literario se mantenga firme en la defensa de la memoria histórica, y el desafío de construir una cultura comprometida con la verdad en un país donde aún persisten discursos negacionistas. Hevia profundiza, además, en el estado actual de la SECH, sus logros recientes y las deudas pendientes en materia de políticas culturales en Chile.
¿Qué significó para la Sociedad de Escritores de Chile ser parte de la celebración por el reconocimiento de la Academia de Literatura Infantil y Juvenil y entrega de medalla Oreste Plath, el 2009 a Cristián Labbé, considerando su rol como torturador y ex agente de la DINA?
Fue una vergüenza, un descriterio gigantesco y, sobre todo, una falta de respeto increíble e inaceptable hacia las víctimas de tales crímenes de lesa humanidad y hacia la memoria del país. En ese tiempo me faltaban varios años para ser integrante de la SECH, por lo que no supe de ese hecho deplorable hasta hace muy poco, y apenas me enteré, lo denuncié públicamente, y presenté mi renuncia, como una forma de protestar y exigir una declaración de la organización ante tan gravísimos acontecimientos. Y, efectivamente, la SECH recapacitó e hizo el mea culpa correspondiente y pidió perdón.
¿Cuál importancia tiene que la SECH reconozca su error y pida disculpas a las víctimas después de 16 años de silencio?
Es de una importancia fundamental, porque dice relación con el respeto irrestricto que exige la defensa y promoción de los derechos humanos esenciales, así como la necesaria reivindicación de la memoria, los hechos históricos y la consideración más elemental hacia las víctimas de los crímenes, hacia sus familiares y deudos y hacia el conjunto de la ciudadanía. En ese sentido, apenas el Directorio Nacional de la SECH reconoció en estos días tales errores y horrores, valoré expresamente su positivo cambio de actitud en la materia.
¿Qué impacto puede tener el proceso de reflexión interna anunciado por la SECH en relación con memoria, ética y responsabilidad histórica?
Es difícil aún saber el alcance que tendrá en el proceso de reflexión interna, pero desde luego la apertura de ese camino es clave, entre otras cosas porque los escritores no pueden permanecer neutrales ante los crímenes de lesa humanidad ni ante el negacionismo. La gente todavía se sorprende de que un país como Chile tenga candidatos presidenciales que promueven el negacionismo, pero, ¿cómo va a sorprender una actitud así por parte del fascismo de siempre, si en el propio seno del mundo de la cultura hay gente dispuesta a premiar a un torturador? ¿Pidieron perdón los perpetradores del galardón en estos 16 años? Uno esperaría que esa gente dé un paso al lado y que la medalla otorgada se declare nula, pero el público también tiene derecho a saber qué es esa organización que premió al criminal. ¿Quiénes integran y conducen la Academia de Literatura Infantil y Juvenil? ¿Sabe la opinión pública que en la página web del Ministerio de Hacienda dicha “institución privada” aparece como “beneficiaria de fondos públicos”? ¿Es “infantil y juvenil” entregar una presea a un personaje implicado en torturas y violaciones a menores de edad? Va a ser importante las voluntad con la que el Directorio Nacional de la SECH y los socios profundicen en esto, y me parece elemental que se trabaje en esto con las víctimas y con los antecedentes que publicó el Informe Valech cinco años antes de que el premio fuese concedido a Cristián Labbé.
¿De qué manera este gesto de la institución contribuye a la dignidad de las víctimas y a la construcción de una cultura literaria comprometida con los derechos humanos?
El gesto de la SECH es muy valorable, y debe considerarse como un primer paso en la reivindicación de la memoria, el ejercicio de la crítica y la prevención de eventuales y futuros hechos relativos a violaciones de los derechos humanos. Pero aquí hay algo más. El gesto de la SECH también contribuye a levantar la mirada hacia otros acontecimientos que involucran al “mundo de la cultura” en la conculcación de los derechos fundamentales de las personas. Un par de ejemplos. El 11 de septiembre de 1973 seis guardias armados irrumpieron en la oficina del director de la Biblioteca Nacional, Juvencio Valle, Premio Nacional de Literatura: sus inmediatos sucesores tienen un amplio prontuario en materia de censura literaria y cinematográfica. Y ya en la oscura democracia, la Fundación Neruda señaló el 5 de diciembre de 2011, a través de su entonces presidente, Juan Agustín Figueroa, en medio de la investigación judicial por la muerte del poeta, que “nos oponemos a una exhumación del cadáver, porque nos parecería realmente un verdadero acto de profanación” (Radio Bío Bío, 5 de diciembre de 2011). ¿Qué ha hecho en estos años la Fundación Neruda antes tan vergonzosas declaraciones? ¿Por qué se apresuró a desestimar la acción de terceros en el deceso, si 14 años después la investigación judicial sigue abierta?
¿Qué tipo de relación mantiene la SECH con el Ministerio de las Culturas?
La SECH es una de las principales organizaciones colaboradoras con el Estado en materia cultural. Nuestro vínculo con el Ministerio de las Culturas es cotidiano y se expresa tanto en el diálogo como en la permanente ejecución de acuerdos de cooperación. Los fondos percibidos por ese concepto son periódicamente transparentados por la organización; sin embargo, ellos resultan absolutamente insuficientes para cubrir las necesidades operacionales mínimas de una organización de esta envergadura, y que tanto aporta al desarrollo cultural del país. Al mismo tiempo, en el aparato público prima una lógica neoliberal de concursabilidad de fondos, lo que simplemente se traduce en una competencia entre unos y otros trabajadores de la cultura por obtener recursos mínimos. Lo que hace falta, junto con un incremento sustancial en el financiamiento del sector, es un giro en los criterios, de manera que se incorpore con fuerza la asignación directa de fondos a aquellas organizaciones que el propio Estado ha reconocido como colaboradoras en el área de la cultura.
¿Qué desafíos implica sostener la memoria literaria en un país que cambia tan rápidamente?
Es una tarea ardua, que implica librar una férrea batalla en distintos niveles. Un elemento esencial es que se debe recuperar para la lectura referencial escolar al menos las obras de los galardonados con el Premio Nacional, el Premio Municipal y autores que han obtenido otras distinciones semejantes. De igual modo, hay que bregar por un cambio frontal en los criterios “por demanda” que hoy campean en las bibliotecas públicas, y que, década a década, son un fracaso que solo satisface los intereses económico-editoriales de modas transnacionales. Pero también hay que desatar la imaginación y ponerla en marcha: Chile, por ejemplo, no tiene, como otros lugares del mundo, una ruta del escritor, que permita al público seguir y reconocer espacios territoriales en los cuales la huella literaria de tantos creadores haga de calles, edificios patrimoniales, monumentos, hitos, placas y circuitos, el paraje fecundo de la palabra.
¿Qué iniciativas impulsa la SECH para promover la escritura en jóvenes o en territorios más postergados?
La SECH aporta a la promoción de la escritura entre las nuevas generaciones a través de diversas iniciativas, de las cuales enunciaré dos. Por un lado, el despliegue en terreno de actividades de fomento y, sobre todo, de formación literaria. Por otro, la realización del cada vez más masivo y reconocido Concurso de Cuentos Teresa Hamel, que no solo motiva de manera palpable a una gran cantidad de participantes jóvenes de los más diversos rincones del país, sino que también los cuenta entre sus finalistas y ganadores.
Biografía de David Hevia
David Hevia es perioescritor, gestor cultural y ex presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), institución que ha sido clave en la defensa de los derechos de autor y en la promoción de la literatura nacional desde 1931. Durante su gestión, impulsó la recuperación de la anualidad del Premio Nacional de Literatura tras más de medio siglo de interrupción, visibilizando la exclusión de la SECH del jurado que otorga este galardón.
Con una larga trayectoria en la reflexión crítica sobre políticas culturales, Hevia ha sido una voz insistente en denunciar la precarización de los trabajadores de la cultura y en demandar un mayor presupuesto estatal para el sector, en línea con las recomendaciones de la UNESCO. Su visión se centra en el rol estratégico de la literatura para la construcción de ciudadanía, la preservación de la memoria y la transformación social.
Además de su labor gremial, ha participado en espacios de discusión y creación que buscan articular la cultura como herramienta de resistencia y de proyecto nacional, defendiendo la necesidad de fortalecer el ecosistema editorial y de lectura en Chile.
Descargar aquí la Entrevista a David Hevia
Fotos: gentileza redes sociales de David Hevia.
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