Por Revista Mandato
Cada 14 de noviembre, el Día Mundial de la Diabetes nos invita a detener el ritmo, observar nuestros hábitos y revisar la forma en que nos relacionamos con el cuerpo. No es una conmemoración aislada. Es un llamado global a tomar conciencia sobre una enfermedad silenciosa que avanza con rapidez, pero que en gran medida puede prevenirse, controlarse y, sobre todo, entenderse desde una mirada integral que incluya lo físico, lo emocional y lo social.
Una enfermedad global, un desafío personal
La diabetes, en sus diferentes tipos, afecta a millones de personas en el mundo. Su crecimiento se vincula a factores como el sedentarismo, la mala alimentación, el estrés sostenido y la falta de controles médicos regulares. Informar sobre sus riesgos es esencial, aunque igual de importante es comprender por qué, sabiendo lo que debemos hacer, muchas veces no logramos sostener hábitos saludables.
Desde la salud pública, la prevención implica campañas, diagnósticos tempranos, acceso garantizado a medicamentos y educación alimentaria. Pero a nivel individual, prevenir y cuidarse supone algo más complejo, implica un proceso psicológico que exige constancia, autoconocimiento y cambios permanentes en la vida cotidiana.
El impacto psicológico: entre la responsabilidad y el autocuidado
Recibir un diagnóstico de diabetes, especialmente cuando se trata de una enfermedad crónica, suele producir un impacto emocional profundo. La persona atraviesa etapas que pueden incluir negación, enojo, tristeza y miedo. Aceptar que el propio cuerpo necesitará cuidados especiales de por vida no es un tránsito sencillo.
Tenerse paciencia ante los cambios
Una vez diagnosticada la persona con Diabetes, entra en un estado de fatiga por todo el cambio que exige el autocuidado, un estado en el que la persona se siente abrumada por los controles permanentes, como medir la glucosa, regular la dieta, realizar actividad física, gestionar medicamentos. Todo ello puede generar ansiedad o frustración, especialmente cuando los resultados no son inmediatos.
Por eso, los especialistas remarcan la importancia de abordar la diabetes desde un enfoque integral que incluya acompañamiento psicológico. Entender que la enfermedad no define a la persona, que el control es posible y que el cuerpo no es un enemigo, sino un espacio que necesita atención, cambia profundamente la relación con el cuidado diario.
Prevenir también es una construcción emocional
La prevención, en quienes aún no desarrollaron la enfermedad, también tiene un componente psicológico clave. Adoptar hábitos saludables implica modificar rutinas, vencer la resistencia al cambio, organizar el tiempo y trabajar en la motivación personal.
Muchas veces, comer mejor o moverse más no ocurre simplemente por “saber que hay que hacerlo”. Requiere un proceso emocional: aprender a priorizarse, gestionar el estrés, buscar apoyo y comprender que cuidarse no es un sacrificio, sino una inversión en bienestar y calidad de vida.
Volver a escuchar al cuerpo
La conmemoración del Día Mundial de la Diabetes nos devuelve una pregunta urgente: ¿cómo estamos habitando nuestro cuerpo?
La prevención es posible y el control también, pero ambos caminos demandan información clara, acompañamiento profesional y un compromiso emocional con uno mismo.
La diabetes nos recuerda algo esencial, que el cuerpo habla, avisa y pide. Escucharlo es el primer paso para vivir mejor.
Primeros síntomas, progresión y pronóstico de la diabetes
. La diabetes suele avanzar en silencio. En muchos casos, los primeros signos pueden pasar inadvertidos, lo que retrasa el diagnóstico.
. Los síntomas iniciales más frecuentes incluyen sed excesiva (polidipsia), aumento de la frecuencia urinaria (poliuria), cansancio persistente, visión borrosa, hambre exagerada, sequedad en la piel y, en ocasiones, pérdida de peso inexplicable. Algunas personas también detectan infecciones frecuentes o heridas que tardan en cicatrizar, indicadores de que el organismo tiene dificultades para regular correctamente la glucosa.
. Si la enfermedad progresa sin tratamiento, la hiperglucemia sostenida comienza a afectar diferentes órganos. Con el tiempo pueden desarrollarse daños en nervios periféricos (neuropatía), alteraciones renales (nefropatía diabética), problemas cardiovasculares, complicaciones en la retina que comprometen la visión e incluso riesgos de úlceras en pies que pueden tornarse graves. En la diabetes tipo 2, la evolución suele ser lenta y progresiva; en la tipo 1, el avance es más rápido si no se inicia un tratamiento adecuado.
. El pronóstico depende en gran medida del momento del diagnóstico y el compromiso con el tratamiento. Cuando la diabetes se detecta temprano y la persona logra controlar su glucosa mediante medicación, alimentación equilibrada, actividad física y controles regulares, es posible llevar una vida plena y prevenir complicaciones severas. Por el contrario, un diagnóstico tardío o el abandono del tratamiento aumenta el riesgo de complicaciones crónicas que pueden afectar de forma significativa la calidad y la expectativa de vida.
Más allá del tipo de diabetes, la evidencia es clara, el autocuidado sostenido, el acompañamiento profesional y la educación en salud son claves para mejorar el pronóstico y evitar que la enfermedad avance silenciosamente.
