Por Liliana Romano, periodista
Para Revista Mandato
Cada 11 de noviembre el mundo celebra el Día Internacional del Soltero, una fecha que, lejos de ser una ironía comercial, se convirtió en un símbolo cultural de la individualidad, la independencia y la redefinición del amor propio en tiempos de transformaciones sociales profundas. Pero ¿de dónde surge esta celebración y qué nos revela sobre la sociedad actual?
El origen: una fecha que desafía estar en pareja
El Día del Soltero fue alumbrado en China en 1993, cuando un grupo de estudiantes, de la Universidad de Nankín, decidió celebrar su soltería como un acto de orgullo, no de carencia. Eligieron el 11/11 (números que simbolizan la individualidad), para reivindicar el valor de estar solo en una sociedad que, por tradición, exaltaba el matrimonio como destino irrenunciable.
Lo que empezó como un festejo estudiantil se convirtió en una de las fechas más populares del calendario digital, especialmente desde que la empresa Alibaba la transformó en un gigantesco evento comercial, el Single’s Day, con ventas que superan incluso al “Black Friday”. Pero más allá del consumo, este día invita a repensar las nuevas formas de estar en el mundo sin pareja.
La soledad no es vivir en el vacío
La soledad siempre fue tratada como un problema. Quien elige estar solo es visto como extraño, incompleto o sospechosamente independiente. Sin embargo, la soledad elegida es un derecho afectivo, es la posibilidad de construir una vida sin someterla a presiones sociales.
Muchos temen a la soledad porque la confunden con abandono. Pero la soledad elegida no es vacío: es espacio. Es tiempo sin ruido emocional. Es un modo de cuidar la propia salud mental cuando los vínculos se vuelven carga y no compañía.
Lo que incomoda no es la soledad en sí, sino la autonomía que representa.
Alguien que se elige a sí mismo desafía las expectativas ajenas.
La soledad bien llevada no resta, multiplica. Y devuelve una libertad que pocas veces se enseña a valorar.
Estar soltero: una tendencia global
Las estadísticas internacionales confirman que cada vez hay más personas solas o solteras en el mundo.
Según datos recientes de Naciones Unidas y Eurostat, más del 40% de los hogares urbanos en las grandes ciudades de Europa, Asia y América Latina lo conforma una sola persona, y la proporción continúa en ascenso.
Las razones son múltiples:
. Cambios en los roles de género y en la concepción del amor, donde la autonomía personal pesa tanto como la vida en pareja.
. Mayor acceso a la educación y al empleo, sobre todo entre las mujeres, que hoy eligen no depender económicamente ni emocionalmente de nadie.
. Desencanto con los vínculos tradicionales ante divorcios crecientes y relaciones precarias en la era de las redes.
. Búsqueda consciente del bienestar emocional, donde la soledad se transforma en un espacio de autodescubrimiento, no de vacío.
¿Qué género está más solo?
Aunque los porcentajes varían según las regiones, estudios sociológicos recientes muestran un fenómeno llamativo:
En las ciudades más desarrolladas, hay más mujeres solteras que hombres, especialmente entre los 30 y 45 años.
En cambio, en zonas rurales o de menor desarrollo, son los hombres quienes predominan como solteros, muchas veces por la migración femenina hacia centros urbanos o por razones económicas.
Sin embargo, la diferencia crucial no está en el número, sino en la percepción, por ejemplo, mientras que la soltería femenina suele ser interpretada, recién, en estos tiempos como una elección, como una afirmación de independencia, la soltería masculina muchas veces se asocia con la inmadurez, el aislamiento o la dificultad para establecer vínculos duraderos. Esta interpretación revela un sesgo de género que aún persiste.
¿Elección o circunstancia?
La respuesta es incierta; para algunos la soltería es un acto de libertad radical; para otros, un resultado de la modernidad. Vivimos en una era de hiperconexión virtual, pero paradójicamente, de vínculos más endebles y efímeros. La tecnología multiplicó las posibilidades de encuentro, pero también frivolizó las relaciones. En ese contexto, muchos prefieren priorizar su desarrollo personal antes que comprometerse con relaciones inciertas o superficiales.
Ser soltero ya no significa estar solo. Hoy estar solo es no querer perderse uno mismo buscando a un otro sin rumbo, ni metas personales, conformista, que ni a sí mismo se entiende.
La revolución del yo
Sin querer invadir áreas del conocimiento, que a este artículo de opinión no le corresponde, podemos decir que, basándonos en el sentido común, el Día del Soltero no busca romantizar la condición, ni santificar al egoísmo, ni negar el amor; solo es una fecha que invita a repensar la vida y los sentimientos desde el respeto a la propia libertad. El soltero realizado, comprende que unirse al otro no es invadirlo y que puede haber confianza sin necesidad de perder la privacidad, pero cuesta, en un ambiente tradicional, encontrar personas con el mismo pensamiento.
La soledad elegida puede ser concebida en estos tiempos como un acto político, una forma de resistir los mandatos que exigen completarse con el otro. Pero no somos fragmentos de existencia, somos un todo con deberes y obligaciones a evaluar permanentemente. La introspección debería ser obligatoria para no arruinar la propia vida, ni la de los demás. Estar solo también es estar completo y permite saber con más certeza si se quiere potenciar la libertad en compañía o de manera individual. Sin querer pecar por redundante, no está de más enfatizar que el bienestar pleno no depende del estado civil, sino de la capacidad de construir un propósito de vida.
Sin apelar a posturas extremas, puede afirmarse que solo desde un estado de plenitud personal es posible decidir con libertad si se desea o no estar en pareja. De lo contrario, los celos, la inseguridad y la vulnerabilidad suelen instalarse como factores determinantes en personas que aún no han logrado consolidarse emocionalmente.
Si bien lo deseable es ejercer criterio al momento de elegir compañía, las relaciones humanas distan de ser una ciencia exacta: lo que hoy aparece nítido y razonable mañana puede desdibujarse por múltiples circunstancias. Y, en última instancia, y sin perder el sentido del humor frente a las ironías de la vida, también los fracasos enseñan. Entre esas lecciones, una de las más valiosas es aprender a estar o lidiar con uno mismo.
Resguardarnos para saber vivir
Para finalizar, podemos afirmar que conmemorar el 11 de noviembre implica reconocer que la verdadera autonomía personal se sustenta en el amor propio, un recurso indispensable para resguardarnos de la inestabilidad emocional, la dependencia, ya sea afectiva o económica, y de las manipulaciones que no solo complican la vida, sino que, en muchos casos, la ponen en riesgo.
Elegir la soledad como opción no es sinónimo de incompletud ni de vacío. Por el contrario, puede convertirse en el primer paso hacia la posibilidad de construir vínculos, amistosos o de pareja, desde la integridad personal y no desde la carencia socio-afectiva.
